LITERATURA / Gabriel Miró
GABRIEL MIRÓ
Las cerezas del cementerio
El alicantino Gabriel Miró recibió cierta gloria a título póstumo. Una de sus cimas, "Las cerezas del cementerio", profundiza en el amor, y como sufre su protagonista, Félix, siendo o no correspondido, y como se desprende de él el deseo y la esperanza de un encuentro erótico con las muchas musas que se cruzan en su camino. Los críticos acercan el estilo de Miró a Marcel Proust y a Virginia Woolf, pero a diferencia de estos, este recurre a florituras y a un lenguaje muy de la época que a leído a día de hoy, puede conllevar dificultad en el ritmo de lectura. A mí me aburrió soberanamente.
- ¡Yo siempre codicio estar donde no estoy! ¡Verdaderamente es dicho el Señor estando en todas partes!... Pero cuando llego al sitio apetecido, no hallo toda la hermosura deseada, y es que lo que antes miraba lo dejo, lo pierdo acercándome. Esa misma sierra, delgada, purísima, cristalina a lo lejos, si caminásemos y fuésemos a su cumbre, acaso nos desilusionase, mostrándose distinta.
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Pensaba Félix que el entristecimiento, los ideales, los raptos y ansiedades del héroe, del sabio, acaso tendrían su principio en un desposeerse de lo presente, en alejarse de sí mismo viéndose entre un humo o vapor luminosos de gloria, de infortunio, de infinito, dentro de un pasado remoto, inmenso; envueltos en una mañana sin límites, perdido, olvidado o malquerido en una mañana sin límites, perdido, olvidado o malquerido el pobrecito instante de lo actual. (...) ¿Era esto prender alas a su ánima, ennoblecerse, sublimarse? Pues siéndolo, ¡Señor!, confesaba que, lejos de probar el altísimo goce que viene de pulir nuestro espíritu, el suya padecía y se apagaba.
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