LITERATURA / Juan José Millás
JUAN JOSÉ MILLÁS
La soledad era esto
El valenciano Juan José Millás tiene kilómetros de columnas periodísticas a sus espaldas, y también novelas que le han granjeado fama, estatus y algún que otro premio, como el Premio Nadal, precisamente por esta que nos ocupa, "La soledad era esto", donde da vida a Elena Rincón, quién nos guía en la narración a través de su dolor, sus reflexiones, sus crisis de identidad y su propia metamorfósis. Una novela aparentemente sencilla aunque con capas subterráneas.
Permanecía inmóvil como un cadáver, pero su frente arrugada parecía mantener la tensión de un pensamiento. (...) ¿Era simétrica la realidad o la simetría era un ideal provocado por la inteligencia del hombre? ¿Acaso todo lo que se podía dividir por la mitad daba lugar a dos partes armónicas y similares? ¿Dónde está la mitad de mi vida? (...) ¿Deja mi madre aquí un espacio simétrico al que ahora ocupa? ¿Dejan los muertes un reflejo de sí en este mundo de dolor? ¿Qué sensación es simétrica al dolor?
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De súbito, Juan comenzó a llorar también y Mercedes se acercó a él para consolarlo o para multiplicar su desamparo. Elena contempló la escena con frialdad y consideró que era lo suficientemente tópica como para no unirse a ella. En ese mismo salón (...) habían sido niños y adolescentes y jóvenes los tres. Ella había sido la mayor, (...) pero ahora parecían tener todos la misma edad; la madurez elimina los matices y la muerte acaba por suprimir las diferencias. Tal como éramos, pensó, impregnados de ese cariño subterráneo que nunca nos atrevimos a manifestar, o tal vez sí, al menos si consideramos que el odio es una de las piezas del amor, quizás la más activa.
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Esto debe de ser la soledad, de la que tanto hemos hablado y leído sin llegar a intuir siquiera cuáles eran sus dimensiones morales. (...) encontrarte de súbito en el mundo como si acabaras de llegar de otro planeta del que no sabes por qué has sido expulsada. (...) La soledad es una amputación no visible, pero tan eficaz como si te arrancaran la vista y el oído y así, aislada de todas las sensaciones exteriores, de todos los puntos de referencia, y sólo con el tacto y la memoria, tuvieras que reconstruir el mundo, el mundo que has de habitar y que te habita.
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