CRÓNICA CONCIERTOS / Michel Camilo & Tomatito
Con las secuelas de haber estado dándolo la noche anterior en el festival de La Grapa de Avilés, no tuve tiempo para digerir la velada porque al día siguiente tenía otra cita ineludible en el Fantasio de Navia. Allí me encontraría nuevamente con Michel Camilo, aunque en esta ocasión no viniese solo. Su inmejorable compañía tenía nombre y apellidos: José Fernández Torres. Tomatito.
Uno de Santo Domingo; otro de Almería. Camilo viene del Jazz; el Tomate del Flamenco. Dos estilos a priori separados por kilómetros de distancia. Como los instrumentos que tocan. Porque mezclar piano con guitarra era como mezclar agua con aceite. Digo “era”, en pasado, porque cuando dos talentos superlativos se juntan se derriban cualquier tipo de barreras estilísticas y/o temporales.
Una amistad que se gestó hace ya casi cuatro décadas, y que desde 1990 les ha permitido trabajar juntos y girar por todo el planeta. De Copenhague a Zurich, de Estambul a Utrecht, del Carnegie Hall de Nueva York al Fantasio de Navia. Todo gracias a la figura de Horacio Icasto (al que se homenajeó con un vídeo previo al show) y de la Fundación Reny Picot.
Había que ser plenamente conscientes del lujo que suponía tener a estas dos leyendas vivas en Navia. Yo al menos lo era. Y saboree cada uno de los minutos de un concierto de esos que sabes que te van a dejar poso.
Michel y Tomatito nos invitaron a viajar por todo el mundo sin necesidad de facturar equipaje. Desde Brasil al Caribe, desde Argentina hasta España. Desde la música clásica a las Bandas Sonoras del cine. Estándares de Astor Piazolla (la apertura con “Libertango” ya te deja clavado en la butaca) o de Egberto Gismonti (es difícil no emocionarse con “Aqua y Vino”), de Chick Corea (el agitado “Armando´s Rhumba” es el mejor ejemplo de cómo jazz latino y flamenco pueden empastar deliciosamente) o de Ennio Morricone (“Cinema Paradiso” fue una delicatessen como guiño a las incursiones de Camilo en la gran pantalla). Un repaso a la excelsa trilogía de discos que han facturado juntos: “Spain” y “Spain Again” y “Spain Forever”.
A altas o bajas revoluciones, el dominicano y el andaluz se buscan con las miradas y se encuentran con sus instrumentos. Y claro está, no es lo mismo un piano en manos de Camilo o una guitarra en manos de Tomatito que en las de cualquier otro mortal. Ellos sacan las máximas posibilidades a piano y guitarra y las notas no tardan en volar, frenéticas, en todas las direcciones. Son solo dos sobre el escenario, pero tienen la intensidad de una orquesta sinfónica.
Tras el incendiario final de “Spain” (otra de Chick Corea), el dúo sale al centro del escenario para fundirse en un abrazo y despedirse de un público en pie.
Veinte dedos con la capacidad de hacer magia.
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