CRÓNICA CONCIERTOS / Jim Jones All Stars
Un domingo, Día del Señor, y en vísperas de las
festividades de Semana Santa, Jim Jones se dejó caer por el Niemeyer para
predicar con la religión del Rock & Roll más endemoniado. Acompañado de sus
acólitos, los All Stars -Gavin Jay al bajo, Elliot Mortimer a las teclas,
Carlton Mounsher a las seis cuerdas, Aidan Sinclair en la percusión y Stuart
Dace y Tom Hodges a los saxos tenor y barítono respectivamente-, el británico,
al más puro estilo Screamin´ Jay Hawkins, nos lanzó un infalible hechizo que
duró 90 deliciosos e inolvidables minutos.
Sin tiempo para el pestañeo, el séptimo de
caballería se puso de cero a cien en cuestión de segundos con los amplis escupiendo
a todo volumen ritmos tribales siniestros e hipnóticos que devuelven al Rock
& Roll esa peligrosidad de antaño, cuando los padres impedían a sus hijos e
hijas escuchar esa música de Lucifer, no acercarse al fruto prohibido.
Jones y compañía conocen de sobra la historia: todo
empezó en un enigmático cruce de cominos en Clarksdale, Mississippi, dónde
Robert Johnson vendió su alma al diablo. En este homenaje al género del que
siempre han mamado, el concierto, más que un guiño al pasado fue como una
fiesta frenética con barra libre de speed
dónde perfectamente podrían haber estar haciendo maldades Little Richard, Jerry
Lee Lewis, Chuck Berry, James Brown, Sly & The Family Stone, los Stooges,
Nick Cave, Tom Waits, los Cramps, los Stray Cats o el mencionado Hawkins como
maestro de ceremonias.
Los temas, artefactos altamente inflamables de
mecha cortísima, se suceden sin mediar palabra entre medias. El hilo conductor fue
“Ain´t No Peril”, el disco de estreno de Jim Jones All Stars, del que destacaron
la pantanosa y sensual “Devil´s Kiss”, la siniestra “It´s Your Voodoo Working”,
“Gimme The Grease” (con ese irresistible beat)
o la brutal versión del “Troglodyte” (una rareza del Funk de los 70 de Jimmy Castor Bunch). Otra cover para el
lucimiento fue el “Run, Run, Run” de la Velvet Underground.
El techo del Niemeyer amenazaba con saltar por
los aires cuando, para regocijo de todos/as los/as presentes, acometieron con
toda la furia posible trallazos de vieja cosecha del señor Jones, como el “Shakedown”
de los Thee Hypnotics (una prueba más de cómo un saxo puede sonar amenazante y
no como una edulcorada balada ochentosa), la macabra y cavernosa “Satan´s Got
His Heart” de los Righteous Minds, o cuatro piezas volcánicas de la Revue: “Rock’n’Roll
Psychosis”, “Princess and the Frog”, “Burning Your House Down” o “512”.
Tras acabar el concierto se me acercó un colega y
me espetó: “Ya sé que estamos todavía en
marzo, pero dudo mucho que vayamos a ver algo igual en lo que queda de año”.
Menos mal que fue de domingo, si este aquelarre hubiese sido el sábado noche, algunos no estaríamos aquí para contarlo.
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