BASADO EN HECHOS REALES / La Chica Que No Quería Llorar


Basado en hechos reales. O no. Porque muchas veces la imaginación hace el resto y probamos con una realidad paralela, por el "y que pasaría si...". Situaciones cotidianas que se cruzan con la ficción. 


LA CHICA QUE NO QUERÍA LLORAR

Se la encontró en uno de esos lugares peligrosos donde la línea que separa la exhibición del mayor ridículo es casi inexistente: un karaoke.
Cada noche en la que cumplía años iba allí a ahogar sus temores en alcohol, a intentar olvidar que se iba haciendo mayor, en una celebración silenciosa y solitaria en la que cavilaba sobre todo, sobre nada, apoyado en ese peculiar ecosistema que es la barra de un bar, plaza de malditos y desterrados, plaza donde ya era uno más. 

La música de fondo (elegida por el respetable siempre con dudoso gusto) le acompañaba con desidia, como un sonido que viene de lejos, estando ahí pero sin estar. Con 4 copas los gallos sonaban a perfecta entonación, o al menos era lo que él quería imaginar, hasta que un timbre dulce y celestial le despertó del inframundo, activo sus sentidos, y le obligó a mirar. 
Conocía aquella canción. La conocía tan bien como puede conocerla alguien que la ha escuchado en más de 1000 noches en vela.

"Talk to me softly / There's something in your eyes / Don't hang your head in sorrow / And please don't cry "

Un foco la apuntaba sin compasión el rostro, iluminando con descaro unas delicadas pecas que le adornaban la cara, y una sonrisa que asomaba bajo una latente timidez. Cantaba con el corazón en la mano, con una emotividad tal, que el barullo del local se quedó en un respetable silencio en cuestión de segundos. Que menos cuando alguien está desnudando su alma en público. 
Él, convertido en estatua de sal, eclipsado por tanta belleza, dio por amortizada su noche. Sono la ovación más grande que se recuerda en el lugar, con una jauría de lobos aullando a su musa. Pronto, la marea humana se avalanzó sobre la chica para felicitarlaa y para invitarla a todo lo que ella estuviese dispuesta a permitir. 

Y él, embargado por la sobrecogedora actuación, decidió tomarse otra en su honor. La saboreo, esperando a que los hielos hicieran su trabajo, pagó, y se dispuso a salir del local cuando una voz le interrumpió. 
- ¿Esperabas a alguien?
Anonadado por el impacto de tenerla allí delante, en aquel preciso instante en el que todos los ojos se posaban en ella (y por consiguiente en él) respondió como el que sabe que no tiene nada que ganar.
- Si. A ti. Pero nunca pensé que acabarías llegando.

Y sin más, llego una sugerencia que acaba en afirmación. Un trayecto de tensión insoportable. Unas escaleras interminables. Una llave que se resiste. Una puerta dispuesta a separar el antes y el después de aquel piso sin emociones.
Un zapato que vuela. Y tras él el otro. Una cazadora. Una abrigo. Camiseta. Blusa. Prendas tiradas al suelo con frenesí. Pantalón. Falda. Sujetador. Calzoncillos. Bragas. Dos sexos que se unen sin ataduras formando figuras grotescas sobre el colchón.

Sabor a gran victoria, a historia inverosímil que contar. La bienvenida a unos dulces sueños que pronto le dejan KO. 

Una luz atraviesa la persiana y anuncia un nuevo día (¿ya?). Él, todavía saciado de placer, busca a tientas un cuerpo al otro lado. Solo colchón. Un vacío que enciende las alarmas. Y una nota que dice:

Lo siento. Tengo una vida plena que me está esperando y con la que me siento realizada. No me busques. No preguntes por mi. Piensa, si quieres, que fui un sueño que jamas podrás olvidar.


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