BASADO EN HECHOS REALES / Crónica De Un Engaño
Basado en hechos reales. O no. Porque muchas veces la imaginación hace el resto y probamos con una realidad paralela, por el "y que pasaría si...". Situaciones cotidianas que se cruzan con la ficción.
CRÓNICA DE UN ENGAÑO
Entusiasmado. Así me encontraba a comienzos de
Semana Santa, con un montón de planes y proyectos en la agenda.
Planes y proyectos que se fueron cayendo uno a uno, cual castillo de
naipes, con el transcurrir de los días. Y del entusiasmo se paso a
la decepción, y de esta a la resignación según se iba digiriendo
el asunto.
Era la noche del viernes, y el aguacero que
caía minaba aún más mi moral. Me limitaba a estar presente en el
devenir de los acontecimientos, y dicho sea de paso, en controlar en
menor medida los actos de mis compañeros de fatiga, todos en un
estado etílico incuestionable, con el ánimo por las nubes, y con el
gatillo fácil en lo que a piropear al personal se refiere.
- Tio, mira que morenaza hay apoyada en la
barra.
Me di la vuelta, más pensando en participar en
su emoción que en otra cosa, y allí estaba la susodicha, sabedora
de nuestras miradas furtivas, dándose perfectamente cuenta de la
jugada y de mi movimiento brusco y descarado.
- Joer, si que es guapa la cabrona. Demasiado
diría yo. Olvidaros, pasaros a algo más terrenal
Aunque mirar para allí era algo inevitable,
puesto que todo el movimiento se centraba a su alrededor. Buitres y
demás depredadores nocturnos acechaban a la presa salivando,
piropeándola en mayor y menor medida y con dudoso éxito,
acompañando sus movimientos como sumidos en una especie de trance
hipnótico. Ella les miraba con una mezcla de desprecio y vulgaridad,
quizás con algo de pena también, pues además de una actitud
previsible, mostraban claros síntomas de necesidad sexual.
Se acercó con su amiga al centro, donde
nosotros estábamos, y con ellas, llegó el agobio. Los empujones,
los malos modos, la encarnizada lucha de machos. Uno de mis
compañeros se unió a la causa, exaltando su belleza en repetidas
ocasiones.
- Ven tio, que te la presento.
Yo pasaba de
unirme a un movimiento ya de por si lamentable y la mire con
complicidad, con la bandera blanca de no agobiarla aún más, algo a
lo que ella me respondió agradecida con una sonrisa memorable.
Tocaba cambiar de bar, y con ello perder el
único entretenimiento que poseía la noche, que era ver aquella
situación tan cotidiana, el arte del ligoteo, pero no siendo
participe en él, analizando uno a uno el comportamiento de aquellos
primates con ansia sexual en constante crescendo.
Salí fuera acumulando aún más desgana, y
pronto pensé en todo lo mal que salió todo lo planificado, y en lo
aburridas que estaban siendo aquellas vacaciones. Y por ello decidí
actuar de forma opuesta, improvisando, probando algo totalmente nuevo
para mí.
- Tirar sin mí, yo quedo aquí. Les
comenté.
- ¿Solo?
- Solo. Voy ahora en un cachín
Sus gestos de incredulidad se disiparon pronto
sin darle mayor importancia al asunto, así que volví, me apoyé en
la barra y con un agua en la mano esperé.
En mi cabeza la sola intención de probar
verdades universales a menudo puestas en duda. No contaba con nada
especial, sino con ver qué pasaba actuando de determinada manera. Me
volví a cruzar con ella y con su amiga, y me hice un hueco.
Ella me vio sin mis acompañantes y yo procuré
aparentar la mayor indiferencia. Revoloteaban cuervos y buitres a su
alrededor y se acercó a la barra a pedir. No podía ser tan fácil
pensé. Me miró de refilón, sin más, desafiante, quizás ya con su
orgullo de musa algo herido. Impasible, seguí a lo mío (a no sé
sabe muy bien que) a nada en especial. Pasaron 10 minutos y miraba de
vez en cuando, sin detenerse mucho para no resultar descarada. Ya
tenía su atención solo con ignorarla.
Siguiente paso, salir y esperar. Acostado sobre
la puerta observaba el diluvio que limpiaba las calles, los adoquines
encharcados, como el viento jugaba en zig zags imprevisibles y
envalentonados.
Dos minutos después, salió a fumar. Podía
ser casualidad, podía no serlo. Se puso a hablar con un chico, pero
durante la conversación, breve y carente de interés, miró alguna
vez en mi dirección. Espere a que entrara nuevamente, pues no estaba
la noche para desafiar al tiempo.
Al entrar, se detuvo y señalo mi botellín de
agua, ya casi vacío, y esperó una explicación por mi parte.
Levante las manos como el que coge un volante y con gestos procuré
darle a entender que esta noche, nada de alcohol, tocaba conducir.
- Déjate de coche y disfruta un poco
- ¿Crees que no paso ganas? le contesté.
-Bueno, siempre estás a tiempo
- Hoy ya nada, con ayer bastó
- Si saliste ayer perfectamente puedes salir
hoy también. Miranos a nosotras, que no íbamos a salir. Mira con
que pintas salgo, de cualquier manera
Típico de una tía de su condición. Sabedora
de su belleza, de su estilo, de todos los hombres que la acecharon,
de los piropos guardados en formol, de todas las miradas que le
desnudaban cada vez que entraba en un local. Y aún con esas, con la
necesidad insaciable de que le regalen (una vez más) los oídos.
Tocaba ser aún un poco más borde.
- Ya, típico. Ahora esperarás a que te diga
lo guapa que estás y todo eso ¿no? Lo siento, creo que ya hubo
bastantes que lo hicieron esta noche, no seré uno más
Dicen que una mirada es violenta cuando esta se
posa en alguien durante más de 5 segundos. No se los segundos que
pasarían, pero aquellos impresionantes ojos verde esmeralda me
atravesaron sin miramientos, me hicieron dudar de mi plan, de mi
actitud, de mi falsa pose de pasota, me hicieron fijarme en ella, y
en lo jodidamente atractiva que era aquella chica.
Viendo mi estupor, se rió, y me dijo
susurrándome al oído.
- Ya. Claro. Por eso estoy sola esta noche
¿no?
Podía ser un farol, una trampa más, así que
no era momento de flojear.
- Tengo entonces dos teorías. O bien eres
ciega y no viste a ninguno de los que te rondaron, o bien eres
demasiada selecta y no te valía ninguno de ellos.
Volvió a sonreír, esta vez con algo de
nerviosismo, agachando un poco la cabeza, dándose tiempo para
afrontar una situación a la que no estaba acostumbrada. Era
definitivo, su orgullo estaba herido.
- Será que no supieron mantener las
formas…..¿Qué me dices de ti? ¿Qué haces aquí solo? ¿Dónde
dejaste a los Don Juanes de tus amigos?
A partir de ahí, le iba a contar más cosas
relacionadas con la ficción que con la realidad, pero no importaba,
pues era una interpretación al que todo hombre recurre en estos
menesteres y estaba dispuesto a sumergirme en una realidad paralela.
- Mis amigos están en este bar de al lado,
demasiado entretenidos con unas señoritas muy majas que están
afrontando su tercera juventud. Prefería mantenerme al margen y no
dar mucho que hablar. Ya sabes como son las novias si se enteran de
ciertas cosas.
Otro farol, este contundente. Otro anzuelo para
ponerla a prueba. Las chicas ven en los chicos ocupados “algo”
que estando solteros no ven. Se me escapa la explicación, pero era
otra verdad universal, puesto que su interés no hizo más que
aumentar y pronto lo dejó entrever.
- Vaya. Que lastima. El único chico
decente…….
Seguramente, más de la mitad de los chicos
sería más interesante que yo, pero seguramente ninguno de ellos
había jugado bien sus cartas, y por aquella razón aquella muchacha
jodidamente guapa estaba perdiendo el tiempo conmigo.
Siguió el flirteo durante unos minutos más,
ya más relajados, especialmente yo, mucho más metido en el papel.
Nos presentamos formalmente, hablamos un poco de nosotros (bueno, de
mi no exactamente, sino de mi personaje, un publicista llamado Jordi
afincado en Barcelona).
Lo inevitable se prolongó cierto tiempo, pero
finalmente marchamos de allí, yo asombrado de que ella se asombrase
por todo lo que le contaba, aún preguntándome como había llegado a
aquella situación.
Dos posibles finales. Uno, en el acababa
sucumbiendo a unos encantos a los que era imposible no sucumbir. O
dos, saboreando una victoria moral de incalculable valor para mi
autoestima, haciéndome de rogar, dejándolo todo para una próxima
vez que probablemente nunca se acabe dando, convirtiéndome en uno de
los pocos tíos (si es que hubo alguno) que rechazó aquella belleza
esculpida por dioses, ofreciéndole a su vez una cura de humildad con la que ella no contaba.
Quizás la respuesta sea la más obvia y la más
inverosímil. O quizás no. Hay historias que al ser imposibles de
probar deben quedar en eterna incógnita.
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