ARTÍCULO SOCIEDAD / Carisma
CARISMA
Una vez oí a Ernest Lluch decir que por muchos grandes hombres y mujeres que hubiera conocido en su carrera no entendió el verdadero significado de carisma hasta que un día bailó con Isabel Preysler en una fiesta. La intensidad y la calidad de la atención que recibió, aseguraba, le convencieron de que durante unos minutos el político era el único ser vivo de la Tierra, y que todo lo que les rodeaba no era más que un decorado.
Dicen que el carisma se compone de un cuarto de presencia, otro de calidez y dos de poder. El arte de saber estar empieza con mirar a los ojos del interlocutor con naturalidad y, mientras se le escucha, evitar caer en el narcisismo de estar pensando previamente qué responder con el fin de dejarse a uno en buen lugar. El segundo elemento, la calidez, funciona como el opuesto a la arrogancia: hacer sentir al extraño como un invitado y al invitado como si estuviera en su casa. Sobre el tercero, el poder, lo más saludable es convencerse de que nada tiene que ver con el dinero o el cargo sino con la capacidad de influir en la vida de los que rodean a uno. Cualquier libro de autoayuda tratará de persuadirle de que la correcta administración de estos ingredientes producirá en usted un magnetismo digno de protagonizar una novela de F.Scott Fitzgerald. Un don que hará que hasta una corte de desconocidos le siga al fin del mundo a pie.
Pero el carisma también encierra cierta insatisfacción. Hay algo innato en él que ni la edad ni la experiencia pueden educar. El mundo podría dividirse entre quienes sufren al detectar el carisma ajeno (llámenlo melancolía, impotencia o una vaga sensación de no correspondencia) y quienes se rinden a él sin sentimiento de culpa. (,,.) Ya lo decía la canción de Ben Folds: da igual lo que hagas, siempre habrá por ahí alguien más cool que tú.
Lucas Arraut
Director de la revista ICON
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