CRÓNICA CONCIERTOS / Toundra
TOUNDRA
Sala Sir Laurens (Oviedo)
Viernes 16 de octubre 2015
Toundra nos regalaron
un buen puñado de postales para esconderte del mundo cuando este no te guste.
Aquellos que supieron apreciarlas disfrutaron de una experiencia gratificante e
inolvidable.
TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
Historias cómo la
de Toundra son necesarias en el mundo de la música. Que un grupo que hace rock
instrumental / post-rock se cuele entre Pablo Alboran y Melendi en lo más alto
de las listas de ventas de nuestro país, saltando así las barreras del
mainstream y rompiendo las fronteras del underground, es un fenómeno difícil de
entender. Con cada disco lograron
superarse a sí mismos, consiguiendo el beneplácito unánime de la crítica
especializada, abriendo así las puertas al gran público. Y no han necesitado voz para hacerse oír.
Sin inventar nada
nuevo, han sabido dar con la tecla, con un sonido identificable que parece
llegar a mucha gente. ¿Cuántos grupos pueden presumir de poder haber tocado en
festivales de tanto caché y tan diferentes como el Primavera Sound, el FIB, el
Resurrection Fest o el Arenal Sound? Llenan en cualquier sala, en cualquier
rincón del país, y son una de las bandas emergentes más internacionales que ha
dado nuestro país en los últimos años.
Con estos
credenciales se presentaban Toundra en suelo astur, y se notaba la expectación,
pues su última visita databa del verano del 2013 en el festival Navia Rock /
The Venera Sound. Además, en esta ocasión venían con nuevo disco bajo el brazo
(“IV”, lanzado por una filial del sello internacional Century Media).
Lo cierto es que
la propuesta de Toundra es tan (permítanme el “pastelismo”) bonita que el
entorno donde tocan también puede ser una baza importante. Uno se los imagina
tocando entre los árboles (el Songs For An Ewan Day de Salinas
sería ideal) o en atardeceres a pie de playa (Dunajam en California). Y
en el caso de adaptarse a una sala, con un buen juego de luces y con la
posibilidad del uso de proyecciones.
Aún siendo la Sir Laurens una
gran sala, no era este el caso. Tras unos 20 minutos de
retraso sobre la hora prevista (22:30) comienzan a sonar los pájaros y demás reclamos
silvestres, y en unos segundos todo parece detenerse. El comienzo de “Strelka” (elegida para abrir sus shows) amansa a las fieras en los inicios, para
agitarlas poco después con un crescendo poderoso. Una montaña rusa de
emociones donde se pasa la calma a la tormenta (y viceversa) sin darse apenas
cuenta.
Y si idónea es “Strelka” para abrir un disco o un concierto, “Marte” es
una apuesta segura para dar un plus de intensidad ya en los
inicios. El sonido es abrumador, aunque la guitarra de Esteban esté tapada por
el resto de la banda: Alex nos muestra toda su pegada a la percusión, el bajo de
Alberto suena tan atronador cómo acostumbra, y Macón se luce con constantes punteos
que parecen juguetear traviesos por encima de sus compañeros. La puesta escénica ayuda
a trasmitir todo ese torrente de energía que viene del escenario, canalizándola
de alguna manera hacía los allí presentes.
Durante una hora
y media pasadas, Toundra van tocando lo mejor de un repertorio que ya empieza a
asustar. Pueden permitirse el lujo de dejar fuera joyas cómo “Requiem”, o de
privarse del baño nostálgico que supone “Medusa”.
Suenan “Magreb”,
la explosiva “Zanzibar”, “Qarqom”, “Ara Caeli”, “Cielo Negro”, y la celebrada
“Oro Rojo”, y en el ambiente pululan Russian Circles, Explosions In The Sky,
God Is An Astronaut, Mogwai y demás gigantes del género.
Y llega uno de
los momentos más esperado de la noche: "Bizancio". Se agotan los adjetivos para
describir esta maravilla que, para el que esto escribe, es una debilidad
reconocida.
Parecía
innegociable comenzar con “Strelka” y acabar con “Bizancio”, y por ello me acerco
a los pedales de Macón y le robó el set list. Lo miro. Efectivamente, no hay
más. Pero los amplis siguen encendidos, y para sorpresa de todos, salen para
regalarnos algún manjar más. Hablan entre ellos y arrancan con la preciosa
“Kitsune”. Con la mano hacen un gesto de despedida, y leemos en sus labios:
“Gracias. Esta es la última”. La última es “Belenos”, que quizás no es el
broche perfecto, pero que supone un regalo más que nadie esperaba.
Decía Eduardo
Mendoza que “cada individuo es autor de
sus propios sueños. (…) una película que se proyecta en sesión única y para un
solo espectador”. La música de Toundra nos mueve hacia esos terrenos donde
cada uno es libre de montarse su propia historia, donde no hay reglas ni
ataduras, donde cada interpretación es aceptada. Sin embargo, al igual que siempre
hubo (y habrá, pues en esto de los gustos no hay nada escrito) gente que nunca
supo (ni quiso) digerir a Miles Davis o Jimi Hendrix, hay audiencias que tampoco están
preparadas para disfrutar de este tipo de conciertos, exigentes para el oyente,
pues obligan a este a sumergirse en una atmósfera paralela.
Aquellos que sean
capaces de lograrlo volarán tan lejos cómo les permita su imaginación. Y
Toundra pueden ser la Banda Sonora perfecta para semejante viaje lisérgico.
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