CRÓNICA CONCIERTOS / Havalina
HAVALINA
Sala La Salvaje (Oviedo)
Sábado 5 de febrero 2016
La Salvaje se quedó
pequeña (todo vendido y gente fuera esperando por una entrada) para acoger la
visita de los madrileños Havalina tras 3 años sin pisar Oviedo.
TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
Podía pasar y pasó. La Salvaje es una
sala cuca pero pequeñita, y ante la visita de bandas como Havalina (que no
arrastran masas pero que sí gozan de un estatus que les hace tener un buen
puñado de fans allá a donde van) es fácil que se cuelgue el cartel de Sold Out.
Desde el hall comencé a escuchar las
primeras notas de “Cristales Rotos Sobre Asfalto Mojado” (encargada de abrir su
último largo, “Islas de Cemento” - Origami Records, 2015- y el concierto que
nos ocupa), y a medida que bajaba los escalones sentía como aumentaban los grados
centígrados de lo que sería una caldera durante los próximos 90 minutos.
La escasa iluminación en el escenario (apenas
un par de focos) dejaban entrever las siluetas de Manuel Cabezalí, Javier
Couceiro y Jaime Olmedo, sumidos en una penumbra en la que parecen encontrarse
cómodos. Al menos eso nos hacen creer por su propuesta.
Desde el comienzo, la figura de Manuel
Cabezalí destaca. Alto y espigado, se mueve con la misma soltura con la que sus
largos dedos se deslizan sobre el mástil. Uno de los grandes guitarristas que
tenemos en nuestro país, Cabezalí muestra todas sus caras a las 6 cuerdas: arrebatos
asilvestrados al más puro estilo Mathew Bellamy (Muse) y por ende, efectos
marcianos de Tom Morello (Rage Against The Machine), incluso arpegios delicados
a lo Juan Valdivia (Héroes del Silencio).
Claro que Javier Couceiro y Jaime Olmedo
no son mancos, y le sirven una vigorosa
base rítmica. El primero con una enorme pegada a la batería, el segundo,
enérgico y musculoso al bajo. Sin alardes, recurriendo al menos es más. Otra
cosa son las filigranas, que corren a cargo de Cabezalí, quien juguetea
inquieto sobre las pedaleras, sacando todo su repertorio de trucos y sonidos a
sus 5 guitarras.
Cada uno de los tres parece librar su propia
batalla, pero cuando empastan, Havalina suenan como una bola de demolición. Tormentas
de distorsión sin tregua. Piezas más reposadas como la preciosa “Ulmo” sirven
para coger aire entre pildorazos como “Viaje Al Sol”, “Un Reloj De Pulsera” o
“Donde”, esta última réplica ideal para esa parte del público a la que nos
estamos acostumbrando y que no deja de cuchichear durante el show: “¿Dónde está tu voz ahora?”.
Es incomprensible que intenten meter a
Havalina en ese saco tan trillado que es el Indie-Rock, y más tras escuchar “Cementerio
De Coches”, una salvajada densa y pesada, oscurísima, cercana a los sonidos del
Doom Metal. Buscar algo parecido en nuestro país es tarea complicada, por eso encontramos
sus influencias fuera de nuestras fronteras: The Cure, The Smashing Pumpkins,
Muse o Russian Circles. Osea, desde el rock gótico y alternativo como epicentro
de operaciones, hasta el Stoner-Rock, el Doom o el Post-Rock.
Con “Desierto” abandonan el escenario
para volver con dos bises: “Junio” (un recuerdo a sus inicios) y “Mamut”, dos
elecciones algo pobres para cerrar un concierto. Una mera anécdota que no
empaña uno de los directos más poderosos del rock nacional. Un directo que está
muy por encima de lo que nos aportan sus trabajos discográficos. Y no es poco
precisamente.
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