LITERATURA / J.M. Coetzee

J.M. COETZEE
Verano


John Maxwell Coetzee le da una vuelta de tuerca a lo que se entiende por autobiografía, pues en "Verano" -tercera parte de su autobiografía ficticia- no se sabe bien a ciencia cierta cuanto hay de real y cuanto de ficción. Con un planteamiento muy original (la vida del escritor contada por un puñado de hipotéticos conocidos) la novela transcurre como una especie de entrevista dónde se le saca punta al propio John con buen sentido del humor. 

- ¿De veras crees eso? -me preguntó-. ¿Qué los libros dan significado a nuestra vida?
- Sí -respondí-. Un libro debería ser un hacha para romper el mar congelado en nuestro interior. ¿Qué otra cosa debería ser?
- Un gesto de rechazo ante la cara del tiempo. Un intento de alcanzar la inmortalidad.
.........

Créame, en el transcurso de los años he pensado mucho en John y su manera de ser. (...) Cierta vez me llevó a unas alturas eróticas inesperadas, una sola vez, ¡ay!, pero lo cierto es que John no estaba hecho para el amor, no estaba construido de esa manera, no estaba construido para encajar en otro ser o para que otro ser encajara en él. Como una esfera. Como una bola de cristal. No había manera de conectar con él. Tal es mi conclusión, mi conclusión madurada. 
Y puede que esto no sea ninguna sorpresa para usted. Probablemente piensa que lo mismo les sucede a los artistas en general, a los artistas masculinos, que no están hechos para lo que llamo amor; que no pueden entregarse del todo, o no están dispuestos a hacerlo, por la sencilla razón de que tienen una esencia secreta que han de preservar por el bien de su arte. ¿No es cierto? ¿Es eso lo que piensa?
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"Lo mejor es separarte de lo que amas -le había dicho él durante su paseo-, separarte y confiar en que la herida se cure". Ella le comprende a la perfección. Eso es lo que comparten por encima de todo: no solo el amor a este finca, (...) sino la comprensión que acompaña al amor, la comprensión de que el amor puede ser excesivo. A los dos se les concedió pasar los veranos de su infancia en  un lugar sagrado. Ese goce no puede repetirse jamás. Es mejor no visitar los lugares del ayer y salir de ellos añorando lo que se fue para siempre. 

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