LITERATURA / Miguel Delibes
MIGUEL DELIBES
El disputado voto del señor Cayo
¿Habrá escrito, Miguel Delibes, algún libro malo? En este blog he compartido un buen puñado de sus obras:
El príncipe destronado"
"Las ratas"
"El camino"
"Señora de rojo sobre fondo gris"
A cada cual mejor, Delibes hacía fácil lo difícil: parece que su prosa sencilla está al alcance de cualquiera, pero su forma de contar historias y de crear personajes inolvidables está al alcance de muy pocos. En "El disputado voto del Sr. Cayo", publicado en 1978 (novela llevada al cine en 1986 por Antonio Giménez-Rico) Delibes trata el tema de la España vaciada, y nos invita a reflexionar como poco a poco vamos acabando con la cultura de nuestro país, y con la vida en el entorno rural.
- A las nuevas generaciones os jode la melodía, eso es lo que os pasa. os alucinan los ruidos descoyuntados, lo único que os interesa es romper.
Rafa sonreía piadosamente:
- Tampoco es eso, macho, pero esa música es de la época del Diluvio. Es la que le gusta a mi madre y punto. (...) Huy la leche -dijo-: Apuesto a que también te mola la María Dolores Pradera.
- Claro -dijo Víctor-: Y la Báez y Machín, y la Piquer, y Atahualpa y la Tuna.
- ¡No sigas, macho! Estás definitivamente kitsch.
- ¿Es malo? A mí me estimula la música popular. Me concentra. ¿Soy un reaccionario por eso?
Laly, que llevaba un largo rato en silencio, dijo conmiserativamente:
- Más bien un sentimental.
.........
- Ese hombre no nos necesita.
Laly reanudó la marcha. Dijo:
- ¿Por qué no pruebas a olvidarte del señor Cayo? En definitiva no pasa de ser un ser prehistórico.
Víctor manoteó apasionadamente:
- ¿Pre... prehistórico? ¿P... puedes decirme, Laly, por qué es más cultura nuestra cultura? (...) ¿De... de veras te parece más importante recitar Althusser que conocer las propiedades de la flor del saúco? (...) ¿C... con qué derecho pretendemos arrancarle de su medio para meterle en el engranaje?
- ¿Sabes, Diputado, que tienes una lúcida borrachera?
.........
- Increíble, Dani. Él es como Dios, sabe hacerlo todo, así de fácil. Y ¿qué le hemos ido a ofrecer nosotros?, pregunto. Palabras, palabras y más palabras... Es... es lo único que sabemos producir. (...)
- Siempre tendrá que haber dirigentes, supongo -apuntó.
¿Dirigentes? y ¿para qué quiere el señor Cayo que le dirijan? Desengáñate, Dani, él no nos necesita. (...) Escucha, Dani -dijo desgarradamente- tú no quieres entenderme. Ese tío sabe darse de comer, es su amo, no hay dependencia, ¿comprendes? Esa es la vida, Dani, la vida de verdad y no la nuestra -le señaló admonitoriamente con el dedo índice y prosiguió-: Tú estás sofisticado, yo estoy sofisticado, éste está sofisticado, todos estamos sofisticados. No hemos sabido entenderlos a tiempo y ahora ya no es posible. Hablamos dos lenguas distintas. (...) Un momento -añadió Víctor-, aún no he terminado -levantó las dos manos, pausadamente, sobre la mesa-: Una hipótesis. (...) Imagina, por un momento, que un día los dichosos americanos aciertan con una bomba como esa de neutrones que mata pero no destruye, ¿no? Bueno, es una hipótesis, una bomba que matará a todo dios menos al señor Cayo y a mí, ¿te das cuenta? Es una hipótesis absurda, ya lo sé, pero funciona. Pues bien, si eso ocurriera, yo tendría que ir corriendo a Cureña, arrodillarme ante el señor Cayo y suplicarme que me diera de comer, ¿comprendes? -casi sollozaba-: El señor Cayo podría vivir sin Víctor, pero Víctor no podría vivir sin el señor Cayo. Entonces, ¿en virtud de qué razones le pido yo el voto a un tipo así, Dani, me lo quieres decir?
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