BASADO EN HECHOS REALES / Camelia (II)

Basado en hechos reales. O no. Porque muchas veces la imaginación hace el resto y probamos con una realidad paralela, por el "y que pasaría si...". Situaciones cotidianas que se cruzan con la ficción. 

CAMELIA (II)

Supongo que a todos nos pasó alguna vez: despertarnos sobresaltados en mitad de la noche, con el corazón galopando debido a alguna clase de visión. Aquella noche de verano el susto fue doble, pues nunca el corazón le había bombeado a esa velocidad. Ni con su primer amor, el de la infancia. Ni con su segundo amor, el de la adolescencia. Ni con los que le ocuparían en su etapa adulta.

Se identificó con los personajes de las obras de F.Scott Fitzgerald, decididos a perseguir un amor imposible. Harto de verla como algo inalcanzable, reunió el valor suficiente y retó al destino, y a su suerte, y pasó esa delicada frontera que separa una gran amistad de algo más.

La focalizó, la perfiló, e irrumpió en el espacio tiempo con un movimiento suave pero a todas luces definitivo. Hubo una pausa. Luego un suspiro. Y sus ojos (los de él), ardientes y ansiosos, se posaron en los suyos (los de ella), escurridizos y asustados, presos de un pánico incomprensible. Ella, agitada, espero la experiencia como si fuera una espectadora. Él, sumido en un torbellino de emociones, se dejo ir por la naturalidad y el cariño infinito. Todas las experiencias que habían vivido juntos surgieron como un collage frenético, y por primera vez en mucho tiempo se evaporó toda su inseguridad, y sintió que aquello era lo que más deseaba desde que tenía uso de razón. No era sólo un amor demandado, sino la llave para volver a encontrarse con la mejor versión de sí mismo. 

Sus bocas se encontraron de forma inevitable, conociéndose lentamente. El mundo parecía haberse detenido. A esas horas, hasta los gatos callejeros (espectadores habituales de todo tipo de encuentros furtivos) parecían haber sucumbido al poder de Morfeo. Eran cerca de las 4 de la madrugada, y nada ni nadie podía interrumpir aquel momento mágico. Un momento que él se había imaginado de todas las maneras posibles, y que si pudiera embalsaría en formol, pero que pasó fugaz, como un sueño más que se evapora con la luz del alba. Las farolas comenzaban a alumbrar toda clase de incógnitas, y de forma inevitable se acordó de un poema de Eugenio Montejo que decía:

"La tierra giró para acercarnos, 
giró sobre si misma y en nosotros, 
hasta juntarnos por fin en este sueño

(...)

La tierra giró musicalmente
llevándonos a bordo;
no cesó de girar un solo instante,
como si tanto amor, tanto milagro
sólo fuera un adagio hace mucho tiempo escrito"






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