LITERATURA / F.Scott Fizgerald
F.SCOTT FITZGERALD
Sueños De Invierno
No es la primera vez (y seguramente tampoco la última) que le dedique una entrada al gran F.Scott Fitzgerald. Ya subí en el blog dos de sus obras maestras: "Suave Es La Noche" y "El Gran Gatsby", esta última probablemente con la que se le identificará durante toda la vida. Aunque todas están inspiradas, entre otras cosas, por un amor inalcanzable e imposible, algo con lo que muchos podemos sentirnos identificados.
La culpable de esta situación tenía once años y la hermosa fealdad que tienen las chiquillas que están destinadas a ser, unos años después, inefablemente bonitas y a conducir a la perdición a gran número de hombres. Pero la chispa ya era visible. Había algo de pícaro en su manera de fruncir las comisuras al sonreír y en el tono casi -¡qué Dios nos ayude!- apasionado de sus ojos. La vitalidad florece pronto en esas mujeres. Aun en ese momento era más que evidente; emanaba de su delgada figura como una suerte de resplandor.
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Dexter la examinó mientras ella tomaba la postura para golpear con un hierro número cinco. Llevaba un jersey azul a cuadros rematado en el cuello y los hombros con un ribete blanco que realzaba su bronceado. La exageración y la densidad que a los once volvían absurdos su ojos apasionados habían desaparecido. Era llamativamente guapa. El rubor de su mejillas era templado como el color de un cuadro. (...) El color, así como la movilidad de su boca, daban una continua impresión de flujo, de viveza intensa, de apasionada vitalidad, que tan solo en parte encontraba un equilibrio en el triste lujo de los ojos.
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Hubo una pausa. Luego ella sonrió, las comisuras de sus labios se contrajeron y un balanceo imperceptible la acercó más a él, mientras le miraba a los ojos. A Dexter se le hizo un nudo en la garganta, y esperó sin aliento la experiencia, ante la impredecible combinación que se formaría a partir de sus labios. Entonces vio; ella le comunicaba su agitación, suntuosa y profundamente, con besos que no eran una promesa sino un cumplimiento. No despertaban en él el ansia de un nuevo comienzo, sino una saciedad que exigía más saciedad..., besos que se parecían a la caridad: creaban la necesidad por no retener nada en absoluto.
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La oscura calle se iluminó, las residencias de los ricos se alzaron amenazantes ante ellos, él detuvo su cupé frente a la enorme masa blanca de la casa de Mortimer Jones, somnolienta, encantadora, empapada del esplendor de la húmerda luz de la luna. Su solidez le asombró. Los fuertes muros, el acero de las vigas, la envergadura, el lustre y la magnificencia solo servían para acentuar el contraste con la belleza juvenil que tenía a su lado. Era robusta para recalcar su esbeltez, como para mostrar el tipo de brisa que podía generar el aleteo de una mariposa.
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