LITERATURA / Ambrose Bierce
AMBROSE BIERCE
An Occurence At Owl Creek Bridge
La producción literaria de Ambrose Bierce (apodado "El Amargado") está marcada por su experiencia de la guerra. Bierce destacó como un excelente narrador, pero también dejó su impronta como periodista crítico y combativo. Su misteriosa desaparición como observador del ejército de Pancho Villa no ha hecho más que alimentar su leyenda.
Su primera sensación fue de marcado placer artístico. En un pedestal colosal, el acantilado, inmóvil en el borde externo de la piedra que sobresalía y claramente delineada contra el cielo, se encontraba una estatua ecuestre de impactante dignidad. La figura del hombre estaba sentada sobre la figura del caballo, erguida y marcial, pero con el sosiego de un dios griego esculpido en mármol, lo cual limitaba la sugerencia de actividad.
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Ahora se encontraba en plena posesión de sus sentidos físicos. Los tenía, de hecho, agudizados y alerta de la forma preternatural. Algo en la horrible perturbación de su sistema orgánico los había excitado y afinado de tal manera que registraban cosas que nunca antes habían percibido. Notaba las ondas del agua en la cara y oía su sonido mientras lo iban golpeteando. (...) Notó los colores prismáticos de todas las gotas de rocío sobre un millón de las hojas de hierba. El zumbido de los mosquitos que bailaban sobre los remolinos de la corriente, el batir de las alas de las libélulas, los golpes de las patas de las arañas de agua, como remos que movieran un bote; todo esto convertido en música audible. Un pez se deslizó bajo su vista y oyó el ajetreo de su cuerpo partiendo el agua.
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La súbita detención del movimiento, la abrasión de una de sus manos en la grava, lo hicieron restablecerse y lloró de regocijo. Hundió los dedos en la arena, se la lanzó encima a puñados y la bendijo de forma audible. Se asemejaba a diamantes, rubíes y esmeraldas; no podía pensar en nada bello que no se le pareciera. Los árboles por encima de la orilla eran plantas gigantes de jardín; captó un orden definido en su colocación, inhaló la fragancia de sus flores. Una luz extraña, rosada, brillaba a través de los espacios entre los troncos y el viento creaba en sus ramas música de arpas eólicas. No deseaba concluir su huida, estaba satisfecho quedándose en aquel sitio encantador hasta que lo volvieran a prender.
Un zumbido y el ruido de metralla entre las ramas muy por encima de su cabeza lo despertaron de su sueño.
Un zumbido y el ruido de metralla entre las ramas muy por encima de su cabeza lo despertaron de su sueño.
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Mientras tanto, el joven jinete ha avanzado cien metros. Cabalga al paso, derecho hacia arriba de la colina, sin volver nunca la cabeza ¡Qué glorioso! ¡Por Dios! ¡Qué no daríamos para estar en su lugar, en su alma! (,,,) Diez mil pares de ojos fijan su atención sobre él con una intensidad que es casi imposible que no note; diez mil corazones mantienen el rápido paso de los inaudibles golpes de pezuña de su níveo corcel. No está solo, atrae a todas las almas. (...) Nadie dice una sola palabra; las pobladas profundidades del bosque siguen murmurando con su plaga invisible y ciega, pero a lo largo de todo el linde hay silencio. El fornido comandante es una estatua ecuestre de sí mismo. (...) Todos estos curtidos e impertinentes asesinos de hombres, para quienes la muerte en su forma más horrorosa es algo común que observan a diario; que duermen en colinas que tiemblan con el estruendo de grandes armas, cenan en medio de ininterrumpidos proyectiles y juegan a cartas entre las caras muertas de sus amigos más queridos, ahora observan, con el aliento en suspenso y el corazón palpitante, el resultado de un acto que afecta la vida de un solo hombre. Tal es el magnetismo del coraje y la devoción.
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