CRÓNICA ÁNGEL STANICH

ÁNGEL STANICH
Nunca Jamás (Oviedo)
24 de octubre de 2014

Como telón de fondo, los Premios Príncipe de Asturias. Como vía de evasión, el “Camino Ácido” por el que nos guía Ángel Stanich, un viaje lisérgico a través de su disco de debut, la carta de presentación de este personaje de la industria musical del que todo el mundo habla. 


Los relojes marcaban las 22:00, hora prevista para el inicio del concierto, y a la misma se abrieron las puertas del Nunca Jamás para coger “in fraganti” a los músicos en plena prueba de sonido, algo cuanto menos inusual. Pero con Stanich nada entra en los guiones de lo convencional. El asunto iba con calma, habría retraso.



A las 22:45 unos gritos de guerra traspasaban las puertas del backstage. Por fin, la banda iba a salir. Pero el que salió, solo, fue el propio Ángel Stanich, rara avis del mundillo musical, un ermitaño con la mochila cargada de las letras más ácidas e ingeniosas del panorama nacional. “Primero toco un poco y luego rajo” rezó. Y con lo puesto arrancó con “Amanecer Caníbal”, medio tiempo ideal para dar entrada al resto de la banda. Hubo quien pregunto por Javier Vielba, pues este ya ejerció de padrino al acompañarlo con la banda en alguna que otra ocasión. No sería este el caso, pero tampoco se le echó en falta, pues los gregarios que custodiaban al protagonista lo hicieron divinamente, y lo único que se echó en falta, si cabe, fue algún ramalazo de ese Hammond que aporta deliciosas pinceladas durante el disco.


Es Stanich un enigma en sí mismo, alguien que llama poderosamente la atención, que irradia cierto magnetismo, que no deja a nadie indiferente. Interactua con el público sólo cuando la ocasión lo requiere, dándose una tregua para seguir escupiendo los cortes de su debut, “Camino Ácido”. Se suceden las maravillosas historias de “Miss Trueno 89” o “El Cruce”, la homónima “Camino Ácido”, y la intima “Noche del Coyote” (armado con guitarra y armónica, como un Bob Dylan campechano y castellanizado, en uno de los momentos de la noche). Estrenaron por primera vez en directo “Carbura”, con la que se intentó alentar a un público bastante apagado en general. Y esa fantástica canción para perdedores con clase llamada “El Outsider”, que fue la encargada de cerrar el repertorio de cara a los bises.

Generosos bises dicho sea de paso, pues todavía faltaban 5 balas en la recamara. La 1ª, una “movida” dedicada al hijo de Dios titulada “Jesús Levitante”. La 2ª, una de las más celebradas (“esta la sabéis, algún oyente de Radio3 habrá por aquí”), “Mezcalito”. La 3ª y 4ª llegaron en forma de versiones: “El Río”, popularizada por Miguel Ríos; y su particular homenaje a Los Brincos con el clásico “Nadie Te Quiere Ya”. Faltaba una más, y no habría sorpresas. La esperada y demandada “Metralleta Joe”. Stanich va calentando a los presentes durante toda la actuación para que lleguen pletóricos al desfase final (“ahora nos vamos a venir arriba”), con este himno moderno que ha conseguido ponerlo en el mapa.


Tras la sonora ovación final de un público satisfecho, los músicos se retiran, pero nosotros seguimos haciéndonos preguntas sobre este cantautor tan diferente a todo lo establecido en el mercado musical. Las respuestas quizás estén en sus letras, en esas historias que se esconden tras piezas de folk-rock fronterizo que han sorprendido a propios y extraños, y que interpretadas por él, alcanzan una nueva dimensión. 

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