LITERATURA / Paul Auster
Cada vez que leo un libro de Paul Auster me imagino tirando una moneda al aire. En “El Libro De Las Ilusiones”, Auster se muestra perturbador y elegante, sembrado a la hora de crear a un
personaje como Hector Mann, uno de los últimos cómicos del cine mudo, con el
que se obsesiona David Zimmer, un escritor y profesor de literatura que,
devorado por la desgracia, consigue salvar salir del pozo dedicándose a
escribir la biografía del actor.
Por eso siempre había preferido instintivamente los films en blanco y
negro a las películas en color, el cine mudo al hablado. Se trataba de un
lenguaje visual, de una forma de contar historias proyectando imágenes en una
pantalla de dos dimensiones. La incorporación del sonido y del color había
creado la ilusión de una tercera dimensión, pero al mismo tiempo había robado
pureza a las imágenes. Ya no eran ellas quienes se encargaban de todo, y en vez
de hacer del cine el medio híbrido perfecto, el mejor de los mundos posibles,
el sonido y el color habían debilitado el lenguaje que debían haber realzado.
Aquella noche, mientras veía cómo Hector y los demás cómicos demostraban sus habilidades
en mi salón de Vermont, se me ocurrió que estaba contemplando un arte muerto,
un género absolutamente difunto que jamás volvería a ser practicado.
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