CRÓNICA CONCIERTOS / Mikel Erentxun

MIKEL ERENTXUN
Fantasio (Navia)
Sábado 12 de diciembre de 2020
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TEXTO y FOTOS: Jonathan Pérez del Río
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Se vendió todo lo que se podía vender en el Fantasio de Navia (un total de 187 boletos) para ver en concierto al señor Mikel Erentxun.

En el escenario descansaban dos guitarras acústicas (una Epiphone y una Gibson), un piano Viscount Legend ‘70s, y un taburete en el que había dos botellas de agua y una copa de vino. Las botellas ni las tocó; el vino, faltaría más.

Mikel sin banda, sólo ante el público. Una propuesta íntima y desnuda, que invitaba a canciones sosegadas acordes con los conciertos acústicos de los tiempos pandémicos. Canciones de digestión tan suave, que mecidas por el sopor de la misma, hicieron que el concierto se apalancase.

Mikel dejó que hablasen las canciones por él, y él habló lo justo como para agradecernos nuestra asistencia en estos momentos difíciles en los que hay que apoyar la cultura. No abusó de su último trabajo (“El último vuelo del hombre bala”), rebuscando entre su vasto cancionero, para combinar temillas de cosechas recientes (“La vereda”, “Cicatrices” –sin Maika Makovski eso sí-) con clásicos como “Mañana”, “Cartas de amor” o “Imagino”.

No es tarea sencilla defender un repertorio en solitario durante hora y media. No se le pueden reprochar las ganas que puso al donostiarra, ni tampoco algunos errores puntuales fruto de estar (como tantos artistas) oxidado por la falta de bolos: como cuando el falsete le jugó una mala pasada en “A un minuto de ti”, o como cuando se olvidó de la sucesión de acordes en el aplaudido homenaje a Pau Donés (“Agua”).

Un tipo como Erentxun, que lleva más de tres décadas en el negocio, no se iba a poner nervioso por unas minucias. Es más, esos deslices naturales aportaron un punto de cercanía al concierto, como si en lugar de estar viendo en un teatro a una institución del pop rock patrio, estuviésemos en un garito escuchando a un artista emergente.

En los bises, además de la de Jarabe de Palo, tiro de popurrí de cancionero nacional, y recurrió al “El rompeolas” de Loquillo o a “La Chica de Ayer” de Nacha Pop. Que un artista con una voz tan reconocible como la de Mikel versione canciones tan interiorizadas por todos, a mí siempre me pareció muy de agradecer, siempre y cuando sea un recurso y no la norma. Dylan versiona a Pete Seeger y Johnny Cash a Kris Kristofferson y nadie tiene porqué ver más allá de un bonito gesto de admiración.

Desde el piso de arriba, un sospechoso habitual (al que algunos identificamos sin llegar a verlo) gritó “No Future” como si fuese Johnny Rotten, y Mikel no pudo evitar reírse. Se recompuso al piano con “Corazón de mil inviernos” -uno de los momentos bonitos de la actuación-, que empalmó con un trocito de “Esos ojos negros”.

Como todo el mundo se esperaba, Mikel se despidió cerrando el círculo con “Cien Gaviotas” (también de sus Duncan Dhu). El mismo círculo que ha estado trazando, sin que nada se lo impida -ni el paso del tiempo, ni las modas imperantes, ni siquiera una pandemia mundial- durante los últimos 35 años. 












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