LITERATURA / Rob Sheffield
ROB SHEFFIELD
Vives en las canciones
que me grabaste
Rob Sheffield conoció a Renée Crist cuando tenía 23 años. Se enamoraron, escucharon canciones juntos, se casaron, escribieron crónicas de conciertos y reseñas de conciertos juntos, y se quisieron todo lo que se puede querer una pareja. Renée falleció y a Rob le quedaron demasiados recuerdos y una caja llena de cintas que se grabaron. Escucharlas es la forma de recordarse juntos. De eso escribe Rob en su primera novela, "Vives en las canciones que me grabaste", convertido en best-seller el mismo año de su publicación.
Me da miedo que se me olvide algo de Renée, incluso el menor detalle, incluso los grupos que no soporto de esta cinta: si ella la tocó, quiero oír sus huellas dactilares. A veces me despierto en plena noche, con el corazón desbocado, intentando recordar. (...) Los recuerdos vuelven, horas o días más tarde. Siempre vuelven. (...) Nada te conecta tanto al momento como la música. Cuento con la música para que me devuelva al pasado; o, más concretamente, para que la traiga a ella al presente.
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Una cinta recopilatoria roba todos estos momentos del cosmos musical y los empalma para crear un nuevo rollo. (...) A los melómanos nos encantan nuestros discos clásicos, nuestras obras maestras integras, nuestros Blonde on Blonde y nuestros Talking Books. Pero también nos encanta extraer canciones de esos álbumes y mezclarlas con otras canciones, devolverlas al miasma frenético del rock and roll. Desde luego, yo prefiero oír el "Getting Better" de los Beatles en una cinta de mezclas que en el Sgt. Pepper. Y prefiero oír una canción de Frank Sinatra insertada entre una de Run-DMC y una de Banarama que entre dos canciones de Frank Sinatra. Grabar una canción en una cinta es liberarla.
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Fue un amor joven. Fue auténtico. Duró unos seis meses. En octubre llegó el fin del mundo tal como lo conocía. Me llamó para decirme que habíamos terminado. Bueno, no lo dijo con esas palabras, lo que dijo fue: "Estoy de t i hasta el moño".
Yo me senté en mi cama y contemplé las luces de la ciudad. En mi radio-reloj sonó "Someone Saved My Life Tonight" de Elton John. Me di cuenta de que ya no tendría ocasión de grabar aquella canción en una cinta para María y se me empezó a desencajar el rostro. (...)
Por lo menos tenía a Martha and the Vandellas para guiarme a través de aquella experiencia. No traían buenas noticias, pero por lo menos no mentían. El amor me obliga a hacer tonterías. Tuve suerte de aprenderlo tan pronto.
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Los minutos goteaban también, y cada uno de ellos me retorcía y me hacía cambiar totalmente de forma. Finalmente dejamos de levantarnos a darle la vuelta a la cinta y nos quedamos escuchando el silencio. Cuanto más tiempo pasaba en casa de Renée, más cambios percibía en mi interior. Noté cómo mis nudos se iban deshaciendo, unos nudos que ni siquiera sabía que estuvieran ahí. Tomé conciencia de que estaban pasando cosas, cosas profundas, que serían irreversibles. ¿Hay alguna palabra que dé más miedo que "irreversible"? Es un susurro cargado de efectos secundarios y mutilaciones. Un pinchazo grave cuando no llevas rueda de repuesto, eso es lo que sentías cuando te enamorabas de Renée.
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¿Alguna vez habéis atravesado Carolina del Sur con una chica sureña, en un coche a toda pastilla, y ha empezado a sonar "Call Me the Breeze" de Lynyrd Skynyrd en la radio? ¿Una tarde soleada de domingo, con las ventanas bajadas y sin ningún lugar al que regresar? Yo no lo había hecho nunca. Tenía veintitrés años. (...) "Bueno", pensé yo, "he malgastado toda mi vida hasta este momento. Cualquier otro coche al que me haya subido solo me ha servido para llegar hasta aquí, cualquier otra carretera por la que haya pasado ha servido solo para llegar hasta aquí, me ha traído hasta aquí". (...) No hay ningún otro lugar en todo el universo en el que preferiría estar en este momento, pensé.
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He aquí otra cosa que los cantantes de country entienden perfectamente. Un día estás en un paisaje físico que compartes con una criatura fascinante y fundamentalmente extraña, no extraña porque sea una mujer, sino porque estás perdidamente enamorado, y todo en eso es extraño. Y cuando se va te quedas solo, y toda la extrañez y la fascinación han desaparecido del paisaje y sigues enamorado, pero nadie se da cuenta de cuántos días hace que llevas los mismos calcetines, y todo huele un poco peor, y cuando algo se rompe no se arregla.
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