LITERATURA / Stefan Zweig

STEFAN ZWEIG
Novela de ajedrez


Stefan Zweig (Viena, 1988 - Petrópolis -Brasil-, 1942), fue un escritor enormemente popular, tanto como ensayista como novelista. Su pericia en la narrativa, así como su delicadeza en las descripciones, hacen fácil de leer todas sus novelas. Las 90 páginas de esta "Novela de ajedrez", se devoran de una sentada. 

Los campeones más audaces, inconmensurablemente superiores todos ellos en dotes intelectuales, fantasía y arrojo, claudicaban ante su lógica fría y correosa como Napoleón ante el obtuso Kutusov, como Aníbal ante Fabio Cunctátor (...). Fue así como la ilustre galería delos campeones de ajedrez, que reúne en sus filas a los más diversos tipos de superioridad intelectual, filósofos, matemáticos, naturalezas calculadoras, imaginativas y a menudo creativas, hubo de dejar paso por primera vez a un completo outsider del mundo del intelecto, a un pueblerino hosco y tedioso a quien ni el más avezado de los periodistas logró nunca arrancar ni una palabra aprovechable para un artículo. 

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Y además, ¿no es acaso lo más fácil del mundo considerarse un gran hombre cuando no se tiene ni la menor idea de un Beethoven, un Dance, un Napoleón? En el estrecho recinto de su cerebro lo único que cuenta es que, desde hace meses, no ha perdido una sola partida, y como ni sospecha que puedan existir en este mundo otros valores que no sean el ajedrez y el dinero, no le faltan razones para sentirse pagado de sí mismo. (...) Toda mi vida me han intrigado los monomaníacos, las personas obsesionadas por una sola idea, pues cuanto más se limita uno, más se acerca por otro lado al infinitito. 

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Conocía desde luego, por propia experiencia, el misterioso poder de atracción del "juego de reyes", de ese juego entre los juegos, el único entre los ideados por el hombre que escapa soberanamente a cualquier tiranía del azar, y otorga los laureles de la victoria exclusivamente al espíritu, o mejor aún, a una forma muy característica de agudeza mental. 

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Esta indescriptible situación duró cuatro meses. ¡Cuatro meses! ¡Se dice pronto! Cuatro sílabas. Bastan dos palabras para escribirlo. En un cuarto de segundo los labios lo pueden articular: cua-tro me-ses. Pero nadie podría describir, ni medir, ni expresar ante los demás ni ante sí mismo cuánto dura el tiempo fuera del tiempo, fuera del espacio; como tampoco puede darse a entender a nadie hasta qué punto toe y destruye esta nada perpetua. 

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