LITERATURA / Michel Houellebecq

MICHEL HOUELLEBECQ
El mapa y el territorio

Dicen de Michel Houellebecq que es la "primera star literaria desde Sartre". "El mapa y el territorio", se ha traducido en treinta y seis países, y además de premios, le ha granjeado el beneplácito de crítica y público. Una novela negra sobre arte, tan sutil como corrosiva, que ofrece una imagen despiadada de la sociedad francesa y del mundo del arte. 

- Sí, es un apartamento de soltero... -dijo Olga, con ligereza, y luego entró en la habitación y se acuclilló para examinar unos positivos, la minifalda se remangó ampliamente hacia arriba de sus muslos, tenía las piernas increíblemente largas y finas. ¿Cómo se podía tener las piernas tan largas y finas? Jed nunca había tenido una erección semejante, hasta el punto que le dolía, temblaba en sus sitio y tenía la sensación de que iba a desmayarse. 
- Yo... -enunció con un graznido una voz desconocida. Olga se volvió y advirtió que era algo serio, reconoció de inmediato esa mirada cegada, la mirada de pánico de un hombre que revienta de deseo, dio unos pasos hacia él, le envolvió en su cuerpo voluptuoso y le besó con toda la boca. 
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Muchos años después, (...) a Jed le interrogarían en numerosas ocasiones sobre lo que, en su opinión, significaba ser artista. (...) ser artista, en su opinión, era ante todo ser alguien sometido. Sometido a mensajes misteriosos, imprevisibles, que a falta de algo mejor y en ausencia de toda creencia religiosa había que calificar de intuiciones; mensajes que no por ello ordenaban de manera menos imperiosa, categórica, sin dejarse la menor posibilidad de escabullirte, a no ser que perdieras toda noción de integridad y de respeto por ti mismo. Esos mensajes podían entrañar la destrucción de una obra, y hasta un conjunto entero de obras, para emprender una nueva dirección o incluso a veces sin un rumbo en absoluto, sin disponer de ningún proyecto, de la menor esperanza de continuación. 

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...la vida te ofrece una oportunidad a veces, se dijo, pero cuando eres demasiado cobarde o indeciso para aprovecharla, la vida recoge sus cartas, hay un momento para hacer las cosas y para abrazar una felicidad posible, ese momento dura algunos días, a veces unas semanas e incluso unos meses, pero sólo se presenta una única vez, y si quieres rectificar más tarde es simplemente imposible, ya no queda sitio para la esperanza, la creencia y la fe, subsiste una resignación suave, una piedad recíproca y entristecida, la sensación inútil y justa de que podría haber ocurrido algo, de que sencillamente uno se ha mostrado indigno del don que le acaban de hacer. 

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Houellebecq le había dicho, al rememorar su carrera narrativa, que siempre se puede tomar notas, tratar de llenar renglones de frases, pero para emprender la escritura de una novela hay que esperar a que todo se vuelva compacto, irrefutable, hay que esperar a que aparezca un auténtico núcleo de necesidad. Había añadido que uno mismo nunca decide la escritura de un libro; un libro, según él, era como un bloque de hormigón que se decide a cuajar, y las posibilidades de acción del autor se limitaban al hecho de estar allí y esperar, en una inacción angustiosa, que el procese arrancase por sí solo. 

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