CRÓNICA LOS CORONAS


LOS CORONAS
Santa Sebe (Oviedo)
1 de marzo 2013

Ya de vuelta del país de los canguros y pisando tierra conocida, Los Coronas se pasean por las ciudades de la península descargado su tradicional sonido surf y su más reciente rock and roll del desierto. 

Su unión con Arizona Baby sentó bien a ambas partes. Tanto unos como otros salieron beneficiados del asunto y ese camino conjunto fue como una larga sesión de Spa de la que uno sale como nuevo. Ahora que cada cual ha seguido su camino (veamos por cuánto tiempo), “Adiós Sancho” es el billete de regreso del mayor exponente de música surf en España, y el motivo principal de esta gira que nos ocupa.



Anunciado el bolo en algunos sitios a las 22 horas y en otros entrada la medianoche (this is Spain), al final, ni pa ti ni pa mi, a las 23:00, como un reloj, y ataviados con su indumentaria habitual (sombrero de cowboy blanco, camisas rojas con el bordado del grupo y vaqueros) salían a escena Los Coronas. Los años y los kilómetros acumulados desde sus inicios (en activo desde 1997) se notan sobre las tablas. Todo suena con una naturalidad y una fluidez notables. La química y el entendimiento del quinteto madrileño queda de manifiesto en cada canción. Guiados por el carismático Fernando Pardo, al que le encanta eso de monologuear entre canciones, haciendo gala de un sentido del humor incuestionable, que sirve para amenizar y también para recuperar un poco el aliento. Ahora que no tiene al señor Vielba como blanco fácil, son el batería Loza (que tocó de pie y se atrevió –más bien le tocó- hasta a cantar el clásico de Los Rebeldes del Rock “Hiedra Venenosa”) y el trompetista ucranio Yevhen Reichkalov los que centran la mayoría de sus bromas y anécdotas, que, resignados, asienten y sonríen haciendo caso al maestro de ceremonias.



Como es norma en estos casos, el nuevo disco ocupó gran parte del repertorio (para un total de más de una veintena de canciones en casi dos horas de concierto), aunque con la extraña sensación de que estos cortes (menos surf y más orientados al lejano oeste que para eso lo grabaron en Tucson) no funcionan (aún) como los grandes éxitos de antaño. De “Adios Sancho”, sonaron especialmente bien “Baila Lola” (para un servidor, de lo mejor del disco) y el hit “Rockway Surfers”, una fija en el repertorio desde ya mismo. Quizás sea la falta de rodaje, ó más bien por la falta de escuchas, y puede que con el tiempo se valoren debidamente, pero es cuando recurren a los clásicos infalibles como “Polk Salad Annie”, “Secret Agent Man”, “Big Waves Riders” o “Jinetes Radiactivos” cuando se notaba verdaderamente el calor en la sala, y salía a relucir el verdadero potencial de la banda en directo. La arrolladora base rítmica que forman Javi Vacas al bajo y esa metralleta que es Roberto Lozano “Loza” a la percusión allana el camino para que la dupla de guitarras Krahe-Pardo se abra paso entre el polvo a base de entrelazar juguetones riffs, dejando que Yevhen ponga la guinda llenando todo de luz con su toque de trompeta como un precioso atardecer. Es ahí cuando uno lo nota. Su cuerpo obedece y se mueve al son que marcan, y cuando uno quiere darse cuenta es vencido por un ritmo imposible de seguir.

Hubo incluso tiempo para dedicar un par de cortes a dos influencias importantes en su música: el punk y el flamenco; y también para algún que otro guiño en forma de versión: impecable el “Pumpkin & Honey Bunny” de Dick Dale, curiosa la revisión del “Flamenco” de los Brincos o el “Day Tripper” de los Beatles en clave surf. ¿Más por menos? Imposible.

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