ARTÍCULO SOCIEDAD / ¿Una Visita Al Museo O Algo Así?

¿UNA VISITA AL MUSEO O ALGO ASÍ?

"¿Max tiene algo planeado para nosotros hoy? ¿Una visita al museo o algo así?" se pregunta el fitzgeraldiano Herman Blume en la muy salingeriana Rushmore, del director de cine Wes Anderson. Y la respuesta es que, o algo no hace falta hoy en día, es ir a un museo. Porque ya vivimos en un museo: ese Museo del Presente que es, también, del Pasado y del Futuro. La confusión es tal, que la serie de televisión Bates Motel es una precuela de Psicosis que transcurre en el futuro con vestuario retro y más de una habitación que recuerda a Twin Peaks

Todo esto -que alguna vez podría haber sido considerado maní, libre asociación, o contagio por el Sindrome de Portada de Sgt. Pepper- parece hoy consecuencia del zapping y del Google y del tenerlo todo al mismo tiempo. Ya no hay una sola cosa por vez. Hay todo el tiempo y todos los tiempos para todo al mismo tiempo. 

Y la inquieta e inquietante sensación se intensifica superadas las fiestas -y esa publicidad de Lotería Nacional en la que Monstserrat, Niña, Marta, Busta y El Niño eran algo así como los Travelling Wilburys del Apocalipsis- cuando descubrimos que los tres tiempos son ahora uno solo. Y que los ciclos (re)generación y de (de)generación son cada vez más cerrados. Lo advirtió Simon Reynolds en su indispensable libro Retromanía (Caja Negra). El pop hace cada vez menos ¡plop! y produce menos y más efimeras ondas expansivas: por lo que hay que arrojar cada vez más rápido otra piedra al estanque. Y así, Lorde ya es la nueva Lana del Rey; Arcade Fire es el nuevo Radiohead; y Jake Bugg se muere porque le digan nuevo Bob Dylan (pero es algo así como el nuevo Steve Forbert, lo que no está nada mal). Y sólo The Beatles siguen y seguirán siendo The Beatles desde siempre y para siempre. 

(...) Lo que me recuerda que no hace mucho visité un site llamado Rock and Roll Heaven. Y allí, como cuadros colgados en la pinacoteca de una dimensión alternativa, se nos mostraba cómo serían hoy los ya maduros cadávares. Pueden verlos y comprobar que Jim Morrison se parecería mucho a Kenny Rogerds, Jimi Hendrix a Morgan Freeman, John Lennon a un miembro de los Monty Phyton, y Kurt Cobain a un Kurt Cobain con unos kilitos de más por haber cambiado la heroína por la doctrina vegana. 
Eso sí, el tiempo pasa y -aunque todo se andará- aún no se puede clonar a un viejo Bob Dylan quie, no hace mucho, negándose a ser pieza de museo, cortó en seco a periodista que alababa su épica de carretera y ética y estética de nómada caballero de fortuna. Dijo Dylan: "Mira, es muy sencillo: es hace lo que hago o irme a Miami a beber whisky frente al televisor: ¿Tú que elegirías?".

Buena pregunta a la que muy pocos pueden darse el lujo o tener el genio de respondérsela. El resto, casi todos, al museo. Ese sitio en el que los carteles advierten de que se prohíbe tocar lo que allí se exhibe, pero, en realidad, no hay nadie que no se muera o envejezca por ser acariciado, al menos por un rato más, antes de que llegue la hora de cerrar para ya nunca volver a abrir. 

Rodrigo Fresán
Columnista de la revista Rolling Stone

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