CRONICA VARGAS, APPICE & SHORTINO

VARGAS, APPICE & SHORTINO
Sala Tribeca (Oviedo)
11 de marzo del 2012

O como 3 leyendas de la música repasan un granado repertorio de clásicos del rock, rememorando viejos laureles en su lucha eterna por mantener viva la llama del rock. 


Domingo noche de concierto. Si, ya sé que suena extraño, pero la demanda que está teniendo la gira de VBA obliga a apretar el calendario buscando soluciones en cualquier día de la semana. Este era el concierto encargado de cerrar la gira española, y el ambiente estaba algo enrarecido.

En primer lugar, Jorge Salán, encargado de calentar motores, no compadeció (ni se nombraron los motivos de su ausencia). En segundo, puntualidad española, esto es, si te digo a las 9 bien puede ser a las 10. Y así fue como, con cierta desidia, fueron apareciendo por el escenario el trío de leyendas formado por Javier Vargas, Carmine Appice (Cactus, Vanilla Fudge) y Paul Shortino (Quiet Riot, Rough Cutt, King Cobra). Del proyecto original de VBA faltaba el bajista Tim Bogert, sustituido a las mil maravillas por Luis Mayol, viejo compañero de fatigas de Javier en la Vargas Blues Band.

“Hijo, hoy por fin vas a ver un concierto en condiciones” pregonaba orgulloso un padre a su hijo, mientras de fondo ya explotaba el “Long Way To The Top” de AC/DC. Un tema al que recurren para abrir sus shows, y que agradecieron los allí presentes en la Sala Tribeca (más de media entrada).



Sonaban temas tan redondos como “Soul Of Love” de Paul Rogers o el “Black Night” de Deep Purple pero daba la impresión de que a los 4 músicos les estaba costando pillar el ritmo. Y es que ya no tienen 20 años estos chicos para hacer una semana entera de conciertos seguidos, sin descanso, sin miramientos a la hora de exigirse lo mejor de si mismos.


Y si Shortino era la imagen, el carisma, el foco de atención, el motor lo ponía el incombustible Carmine Appice, manteniendo al grupo con su intensidad. Y es que el momento de la noche fue suyo. Reinaba el ecuador de la noche, y Carmine se queda solo en su batería para arremeter un solo bestial, furioso, incendiario, tan poderoso que los más mayores del lugar rejuvenecieron 20 años. Y el primero de ellos fue Appice, que parecía un joven aporreando la batería con las fuerzas de un adolescente. Luego se levanto jaleado por el público, se dirigió al micro con las dos baquetas y pidió al respetable que le siguieran, algo que fue imposible pues el nivel de exigencia se fue incrementando hasta hacer de la empresa algo inviable.

El resto ya no se podría valorar en su justa medida. El solo de Carmine Appice eclipsó por completo el antes y el después, dejando en nuestra retina un regalo histórico.


El peor parado fue sin duda Paul Shortino, pues la voz es el instrumento que más fácil se puede desgastar, y el pobre Paul sufrió como ninguno en los 100 minutos de actuación. Con la voz cascada y con las fuerzas en la reserva, pero con el sentido del humor intacto, Paul Shortino aún dejaba asomar destellos del potencial que atesora, como en el “Right On” de Ray Barretto, en donde imitaba (a la perfección) el sonido de un trombón ante las caras de asombro de los presentes, o en su homenaje a su buen amigo Dio, interpretando a capela un emotivo “Heaven & Hell” en la que exigía constantemente nuestra colaboración en los coros.  

A Javier Vargas y a Luis Mayol, acostumbrados (sobre todo el primero) a un lucimiento sin límites, no les quedaba más que sacar todo su talento a pasear sino quería quedar en evidencia. Competencia sana que se agradecía, pues Javier recurría con brillantez al uso del slide a la menor ocasión, y procuraba ser más eficaz que empalagoso, algo a lo que no nos tiene acostumbrados. Y así fueron sucediéndose clásicos de la música popular de Janis Joplin (“Piece Of My Heart”), de Cream (“Politician”), Rod Steward (“Do You Think I´m Sexy”), Willie Dixon (“Spoonfull”) o Vanilla Fudge (“You Keep Me Hanging On”), todos y cada uno de ellos enfrascados en ese aroma a sonido AOR tan de los 80. Sin embargo, no les perdonaré que no interpretaran “Parissienne Walkways” de Gary Moore.

“Metal Health” de Quiet Riot y “One Way Out” de los Alman Brothers pusieron el punto y final, sin bises, sin medias tintas. Y es que la carga de los conciertos anteriores les pasó factura y en Oviedo no estaban para la épica. Aún así, se entregaron totalmente sabedores de que era el último en España. Ahora, un más que merecido descanso para estos “jóvenes” con el espíritu del rock intacto.

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