CRÓNICA THE MUGGS


THE MUGGS
El Club del Niemeyer (Avilés)
18 de mayo 2013

El parte meteorológico anunciaba importantes tormentas para el fin de semana en Asturias. Sin embargo, la única tormenta (eléctrica) que pasó por el Principado la ocasionaron The Muggs bajo el techo del Club del Centro Niemeyer. 

Como el que recibe una educación exquisita y decide ser salvaje, las calles de Detroithan asilvestrado a Danny Methric (guitarra y voz), Todd Glass (batería) y Tony DeNardo (¿bajista desde un teclado Fender?), power-trio que se esconde tras el nombre de The Muggs, según ellos, la banda más fea del planeta. En los prolegómenos, los Muggs se pasean con tranquilidad por delante del escenario, dialogando con algún fan armado con bolígrafo y vinilo que demanda una estampa para el recuerdo. 


Empiezan a desfilar camisetas de bandas como Spiritual Beggars, Black Sabbath, Gov´T Mule, la Creedence o Lynyrd Skynyrd. Las llevan hombres curtidos en mil y un conciertos, experimentados oyentes con niveles de exigencia más bien altos. 
Ya estamos todos, y los músicos suben a la palestra con parsimonia, y una vez acomodados, arremeten sin miramientos contra los allí presentes con una tormenta eléctrica de hardrock-blues que abruma. Pueden sonar potentes y oscuros (Black Sabbath) o indomables virtuosos (Led Zeppelin). Desde un Fender Rhodes enchufado a un ampli de bajo, Tony DeNardo ejerce con su teclado como el bajista que en su día fue, obligado a adaptarse a esta situación desde 2001, cuando sufrió un derrame cerebral que le paralizó parcialmente el lado derecho de su cuerpo. Llama la atención sí, pero sobre todo lo hace el sonido, pues uno cierra los ojos y está completamente seguro de que ahí hay un bajo eléctrico.

Algunos avispados nos hicimos con un sitio de lujo en un lateral del escenario. Desde esta perspectiva, podía ver al trío desde un lugar privilegiado, pero también las caras de un público satisfecho que observaba embobado los derroches de Danny Methric a las seis cuerdas, especialmente cuando este se sumergía en el virtuosismo con ramalazos Hendrixianos. Danny (no se dejen engañar por su pinta de profesor enrollado de literatura) se marca largos solos, y a medida que estos se vuelven más afilados, este se contornea como si una corriente eléctrica le atravesara el cuerpo, doblándose una y otra vez transmitiendo toda esa energía al público. Mientras, en un segundo plano, escoltando al guitarrista, y comandando la sección rítmica, Todd Glass aporrea con fuerza la batería de forma incansable. ¡qué manera de tocar!


Durante unos 90 minutos, The Muggs repasaron sus tres discos de estudio, aunque la escusa para visitar (otra vez) nuestro país sea el reciente doble disco que editaron en directo, “Full Tilt”. Se van sucediendo así “6 To Midnite”, “Kitchen Sink Blues”, “Down Below” o “Get It On”, bombas explosivas de las que es imposible escapar.

Hubo tiempo para rendir tributo a algunas de sus grandes influencias. Turno pues para adentrarse, por partida doble, en el catálogo de Rory Gallagher (“I Take What I Want” y “Used To Be”) o los Beatles (metiendo a calzador su particular revisión del “Help” en medio de “Preachin’ Blue” y luego "I take what I want"), dos de sus artistas favoritos. 

The Muggs
 no necesitan de un escenario grandilocuente, ni de inmensas pantallas de led que adornen su actuación. Se bastan y se sobran armados con sus tres instrumentos para sonar como si fueran un ejército los que estuviesen tocando desde el escenario. 

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